El deseo de San José

 

Soplaba el viento en aquella oscuridad interminable. La noche más larga del año. En el hogar de la Sagrada Familia. Ahí estaba San José, que esperaba la visita de sus amigos, que siempre encontraban un momento para llamar a la puerta de aquel hogar con el fin de pasarse un buen rato entre risas con aquel hombrachón y su familia.

El motivo de aquella visita en esta ocasión, era principalmente, para celebrar el aniversario de bodas de la Virgen María y San José; era una fiesta sorpresa que San José le había organizado como regalo por su aniversario de bodas.

Ya he dicho que soplaba un viento gélido y que la noche era cerrada. Pues, no se escuchaba ni el mugido del buey, ni lo rebuznos del burro que estaban en el corral junto al gallinero. Caía una suave llovizna cuando al fin llegaron. Joaquín y Ana se aparecieron con una bandeja llena de deliciosos cupcakes. Sara, la lavandera, y su esposo llevaron vino y pastelitos. Isabel y Zacarías llevaron una tizana. Tenían poco tiempo para ponerse manos a la obra y decorar el salón donde se haría la celebración porque la Virgen María no tardaría en llegar. Había salido a visitar a Ana la profetisa; la pobre estaba muy anciana y enferma y solo conseguía alivio con la compañía de la Madre del Mesías. El Niño Jesús, mientras tanto, se entretenía en su habitación con Juan el Bautista, pegando barajitas en un álbum sobre el arca de Noé.

Al fin llegó la Virgen María y la reacción de emoción y sorpresa fue indescriptible, abrazos y besos iban y venían. San José se preparó un discurso que al final se decidió a recitar. La Virgen María lo escuchó con mucha atención. San José la tomó de la mano y seguidamente le habló con palabras que salían de su boca como el agua cuando fluye por el río, suave y firme entonaba cada sílaba:

"Ninguna felicidad puede ser comparable a la sencilla, a la plácida, a la tranquila felicidad del hogar. Ninguna felicidad puede ser comparable a la de tener una compañía como la tuya, María.

La felicidad compartida contigo es incomparable con lo más hermoso que pueda haber en este mundo porque tú eres lo más hermoso que hay en este mundo, María".

"Jesús y tú son el mayor regalo que me ha dado Dios. “Mi deseo es que siempre estaré a tu lado, ser tu esposo fiel, leal, amarte y respetarte por el resto de mi vida". La Virgen María estaba muy conmovida ante las palabras tan dulces que San José acababa de decirle y decidió recordarlas por siempre. A San José se le cumplió su deseo y con la ayuda de Dios ha logrado estar siempre al lado de la Virgen María y de Jesús.

Y todos nosotros seguiremos el ejemplo de San José, estaremos siempre acompañados de la Sagrada Familia repitiendo siempre está jaculatoria: Jesús, María y José, que este siempre con los tres.

Ruth Nieves

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