He venido al mundo para este momento

 

“Y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre” Luc. 2,7

Ya dejé de escuchar los gemidos y de oler el pasto, hoy los rayos de sol no me calientan, me pregunto ¿qué habrá pasado?

¡Ay, ay, Maracay! Tremendos jalones lo que ahora padezco, espero que esta señora tenga más cuidado la próxima vez.

Ahora, ¿a dónde me llevan? Quizás a un nuevo lugar, donde me traten mejor. Pero espera un momentico, debo admitir que luego de tanto sufrir me siento mucho mejor ya estoy bien estiradito, no sé, como pulidito, todo en mí está en orden. Vale la pena.

¡Uff! Qué divino sentir esta agua viva que recorre todas y cada una de las partes de mi ser, y le sigue el jabón de álcali vegetal que saca de mí la maldad, finalmente viene de nuevo el agua. Y lo que quedé fue puro, purito, purísimo, sin mancha. Preparado para servir.

Ya van muchos días en tinieblas, más de lo habitual, y las turbulencias son muchísimas, huele a mula, pero al mismo tiempo huele a una madre y a un padre llenos de entrega. Tengo miedo de lo que pueda pasar y solo me pegunto, ¿cuándo podré ver la luz de nuevo? Confío, tengo fe.

Unas manos muy delicadas me toman, escucho el llanto de un bebé, huele a amor, y me estiran alrededor de pequeñín hermoso. He venido al mundo para este momento.

Al fin puedo ver a la Luz que ha nacido. Tengo la dicha de tocarlo, llenarlo de besos y darle calor.

Emily Morón

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