La Mina de la Felicidad

En una Ciudad llamada Jam al Este de Ume vivían tres hermanos Roque, Ángel y Juan que al nacer a cada uno les fue concedido encontrar contra viento y marea la Mina de la Felicidad, don que solo a ellos se les había otorgado por ser elegidos por el espíritu de la sabiduría; al mismo tiempo este mismo espíritu los condicionó a que cada uno debería dar lo mejor, para poder encontrar lo que se les había pedido.

Algunas personas de la ciudad comentaban que ellos no merecían tal don ya que provenían de una familia adinerada llena de comodidades y sin visible necesidad alguna, la felicidad para ellos “era lo cotidiano”.

Lo que no sabían es que cada uno de ellos se sentía triste al ver que transcurrían los años y no se les daba a conocer ninguna señal, ninguna luz, nadie les decía qué camino deberían seguir para encontrar esa Mina de la Felicidad que, según, se les había anunciado. Al conseguirla la felicidad sería inconmensurablemente infinita. El problema era que cada uno quería ir por su lado y no se entendían muy bien en cuanto del asunto se trataba. Juan era muy persuasivo y le gustaba pensar, leer y pues se creía el más autosuficiente al mismo tiempo era leal y noble. Ángel por su parte muy audaz e inteligente practico pero algo egoísta se escondía lo mejor para él, sabía que si esperaba con paciencia el momento llegaría a diferencia de estos dos hermanos a Roque parecía no importarle mucho y se la pasaba de casa en casa celebrando que era un elegido a decir verdad no sabía mucho, en qué consistía ser feliz pues todo se le había dado, carro, casas buenos padres y así configuraba lo que se decía en la ciudad que ellos no eran merecedores de aquello que se les había concedido.

Un día conocieron a una chica llamada Elena la cual provenía de otra ciudad, esto para ellos era una señal puesto que Jam no era una ciudad selectiva para los forasteros. Poco a poco la amistad entre los tres hermanos y Elena fue creciendo y la confianza también, pero lo que ellos no sabían era que Elena no estaría en Jam por mucho tiempo, la chica al ver que sus nuevos amigos la apreciaban de verdad no soportaba la idea de decirles que pronto dejaría la ciudad, pero antes que esto pasara ella quería ayudarlos a encontrar eso que ellos buscaban La Mina de la Felicidad.

Días antes de Elena plantearse ayudarlos Ángel, Roque y Juan le habían contado cómo se sentían al ver que perdían las esperanzas de encontrar eso que tanto buscaban y que se les había pedido, puesto que esto suponía el verdadero desarrollo y elevación a otro plano de su ciudad natal.

Elena para ellos suponía una luz en medio de la obscuridad, pero entendían si ella no pudiera ayudarlos ya que esa chica no tendría por qué hacerlo ya que ella provenía de otra ciudad.

Aun así, ellos confiaron en ella. Elena al darse cuenta de que cada uno quería seguir por su lado -Juan testarudo, Ángel egoísta con sus ideas propias y Roque sin aportar mucho creía tener la solución al gran dilema- de cuál camino seguir y solo decía “deberíamos usar una brújula que con tan solo ubicarla bien llegaríamos”, pero en su interior sabía que eso no era tan simple (ya lo había intentado). Elena al tratar de comprenderlos les hizo plantearse algunas preguntas: 1) y si La Mina de la Felicidad no está en esta Ciudad, 2) y si no es un lugar y es una persona. Los tres al unísono quedaron perplejos y comenzaron a estudiar lo que Elena les decía.

Elena al ver que no llegan a nada los invita a pasar unos días a su ciudad, ya que sus mejores amigos Mariana y David esperaban el nacimiento de su primogénito esto quedaba al norte de Ume a algunas horas de Jam. Ellos para disfrutar más y conocerse mejor decidieron ir, y no solo eso sino viajar por carretera y llevar al Niño que estaba por nacer de lo más preciado y valioso que había en Jam.

Juan llevaba el incienso de las más esplendorosas y aromáticas plantas para que los padres del Niño lo enciendan y hubiese buen olor en el lugar donde el niño nacería, Ángel llevaba el oro para aliviar las carencias que pudiese tener el Niño y su familia por todos los gastos que se presentan con un neonato y Roque prefirió llevar mirra que según la tradición familiar eso le daría larga vida al Niño. Una vez allí en la ciudad Elena les dijo que tenían que seguir a caballo porque para llegar al lugar donde nacería el hijo de Mariana y David no había aun carreteras, o era a pie o a caballo, ellos prefirieron ir a caballo para llegar a tiempo y no perderse el Nacimiento de aquel Niño. Elena por supuesto los guiaba. En el camino había quebradas y muchas subidas y bajadas para estos hermanos esto era una aventura ya que jamás habían hecho algo similar y así durante aquellas horas no pensaban en su búsqueda sino seguir a Elena y conocer a sus amigos.

Llega la noche había mucho frío, pero ninguno se quejaba solo pensaban que valiente la gente que vive en este lugar y ya comenzaban a admirar a los amigos de Elena por atreverse a vivir allí y no solo eso sino a dar a luz a su hijo en medio de tantas carencias y el congelamiento de aquella noche.

De pronto Elena desaparece y ellos comienzan a buscarla por doquier en medio de esa búsqueda se daban cuenta de que en aquella ciudad se respiraba paz y felicidad y qué sería aquello tan grande que sentían… y no podían explicar… al escuchar el llanto de un niño se dijeron seguro es el hijo de Mariana y David. Dejaron de buscar a Elena y siguieron el llanto del Niño al encontrarlos quedaron petrificados por la hermosura de aquel niño que había nacido en medio de tanta pobreza y no se podían explicar la inmensa alegría que sentían, que traslucían los amigos de Elena.

La vida de aquel Niño que sin ellos saberlo los invadiría de dicha, amor y valorar lo que tienen sin importar lo que digan y donde se encuentren. Así mismo con ternura y cariño entregaron los obsequios que traían consigo. Mariana y David no entendían mucho puesto que no los conocían, sin embargo no impidieron que Jesús recibiera hermosos regalos de aquellos jóvenes que gracias a los Padres del Niño y a Elena habían encontrado lo que tanto anhelaban La Mina de la Felicidad en el Nacimiento de aquel Niño que lleva por nombre Jesús.

María Gabriela González

 


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