La Navidad y Calendario
Hace poco menos de un año mi mujer, Marta, se
marchó al cielo a causa de una enfermedad que nos ha obligado a todos a estar
en casa, guardando las distancias y usando tapabocas. Sí, supongo que ya
conoces esa enfermedad. Pero no les voy a contar sobre eso, que ya bastante
espacio y atención ha ocupado de nuestras vidas.
Marta y yo llevábamos 50 años de matrimonio,
para nosotros ha sido ¡tan poco!... Contrajimos matrimonio la víspera de
Navidad de 1969. Desde siempre y especialmente desde ese día, la Navidad era la
fecha más importante de nuestras vidas. Al poco tiempo de casarnos llegaron los
hijos: Carlos —que se llama como yo— Martina, Juan, Andrés y la pequeña Sofía. En
casa, a medida que iban creciendo los niños, les hablábamos de la importancia de
estas fechas, no solo por nuestro matrimonio, sino porque es el momento en el
que Jesús, el Hijo de Dios, bajó a la tierra para nuestra salvación.
Ya se pueden imaginar todas las preguntas que se hacían los chicos, desde: "Papá, pero porque en un establo si era rey", o "porqué dices qué era pobre si los reyes magos les dejaron oro"... ¡Qué ocurrencias! Pero así una a una íbamos contestando a todas sus preguntas y decidimos hacer todas las navidades un concurso que se ha convertido en tradición familiar. El concurso consistía en preparar la mejor posada de todo Belén, que en realidad era nuestra propia casa, pero en el fondo queríamos enseñarles a preparar la posada más importante: la de sus corazones.
Cada 1° de diciembre comenzábamos con los más
variados retos. Hoy en día creo que los llaman challenge, es igual, el caso es
que entre todos preparábamos del mejor modo posible el nacimiento de Jesús. Con
la imaginación les hacíamos pensar, que como éramos los dueños de aquel lugar
nos haríamos cargo de que a la Sagrada Familia no le faltara nada, cada uno era
una figura del pesebre, y dependía de cada uno cumplir su papel. Lo
materializábamos en casa en encargos muy sencillos, como: ayudar a mamá en las
cosas de la casa, en hacer bien y hasta el final las tareas del colegio, dejar
las habitaciones ordenadas y así tantos detalles tan pequeños, pero de mucho
valor a los ojos de Dios.
Los hijos fueron creciendo y cada cual escogió
su camino. Pronto llegaron los nietos y así nuestra posada de Navidad tenía más
personal para cuidar y atender al Niño Jesús. ¡Qué bien lo pasábamos! Y que
satisfacción poder comprobar que lo que fuimos inculcando en nuestros hijos
estaba dando sus frutos.
Hay alguien en esta historia al que le debo
mucho, pues sin su ayuda probablemente no estaría escribiendo esta historia. Un
gran amigo que me acompaña desde el preciso momento en que Dios me dio el don
de la vida, mi ángel Custodio.
Ya les he contado que la Navidad es mi época
preferida del año y junto a Calendario —que así se llama— he podido vivir las
mejores navidades de mi vida.
Le puse este nombre porque el sacerdote de mi
pueblo en una catequesis nos explicó el papel de ellos en nuestras vidas y que
debíamos tratarlos con gran confianza, como a un amigo y llamarlo por su nombre
el que cada uno quisiera ponerle, yo le llamé así, porque así sería más fácil
hacer de todos mis días una Navidad, procurando que Jesús viva siempre en mi
corazón. No siempre lo tuve fácil, pero Calendario siempre ha estado a mi lado,
incluso ahora cuando tontamente creía que no merecía la pena vivir.
Con la marcha de mi mujer al cielo todo se
convirtió en oscuridad, me faltaron las fuerzas y me sumí en un profundo dolor.
Naturalmente era normal que lo sintiera, pero me aparte de todo y de todos,
incluso de lo más importante: de Dios. Este año al llegar el momento de
preparar la Navidad yo estaba hundido por la partida de Marta, fue entonces
cuando una de mis nietas que se llama Manuela decidió que debía actuar, ella
conocía muy bien todas mis aventuras con Calendario, pues durante muchas tardes
sentados en el jardín se las contaba a todos y las escuchaban sin pestañear.
Lo primero que hizo mi pequeña nieta, -que,
por cierto, sólo tiene 12 años y es ¡tan lista!- fue como cada noche rezar
junto a su cama 3 avemarías y la oración al ángel de la Guarda, al terminar le
dirigió unas palabras a Calendario: "Oye, Calendario, yo sé que me oyes y
que estás tan preocupado como yo, el abuelo Carlos nos necesita, anda corre y
no te duermas que yo también lo necesito".
Y se acostó a dormir, al levantase en la
mañana se despertó con una gran idea, ¡Gracias, Calendario! Esto debe ser cosa
tuya.
Y comenzó a preparar unas notas para mí, a
quien hace rato no veía y cada día las iba dejando debajo de mi puerta. Unos
mensajes según ella, de parte Calendario. Ella me lo contó todo después.
Algunos decían así:
- "Día de preparar chocolate caliente con
alguien de la familia, tal y como lo hacíamos con tu mamá, ¿Lo recuerdas?
Navidad es para pensar en los demás".
- "Historias de Navidad" ¿Te
acuerdas cuando les contabas a los niños del pueblo la historia del nacimiento
de Jesús? Wow, que bien lo pasábamos. ¿Te animas a contarles a tus nietos?
El último y quizás el que me hizo reaccionar
fue el siguiente:
24 de diciembre ¡Carlitos y llegó el día! Dios
puso en tu camino una brillante estrella que te acompañará en tu camino, se
llama Marta imposible que no lo recuerdes. Hoy más que nunca brilla con su luz
junto a la estrella de Belén, donde nacerá el Rey de Reyes y Señor de Señores.
Desde allá arriba guiará tu camino y el de los tuyos para que sigas siendo el
dueño de la posada y vuelvas a abrir las puertas de tu corazón a su Divino Rey.
Y de pronto me encontraba frente al
nacimiento, con mis ojos llenos de lágrimas, lágrimas de agradecimiento y de
perdón. Porque estaba perdido, pero fui encontrando, en el tiempo justo y
marcado por el calendario, 24 de diciembre, vísperas de Navidad, pero no
cualquier calendario, sino por aquel que Dios me dio para acompañarme y
recordarme que aún en medio del dolor está Dios y donde está Dios hay Navidad.
Jordania Munelo
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